miércoles, 3 de diciembre de 2008

Capítulo XII

Entre la noche y la mañana. Óyense tambores y pífanos de las tropas que mar­chan, alejándose. MADRE CORAJE está acurrucada junto a su hija, delante de la carreta. A su lado están los campesinos.

Campesina. Debe irse, mujer. Tan sólo queda un regi­miento. Sola no podrá salir.

Madre Coraje. Quizá se duerma. (Canta):

Arroró rorró,

¡duerma mi niña!

Llora la ajena,

y goza mi cría.

Ellos, en andrajos;

los míos en sedas:

del manto de un ángel

saqué la tela.

Ellos, ni un mendrugo;

un bizcocho, tú.

¿Te resulta duro?

Basta decir: mus.

Arrorró rorró.

Duerme. Pues yace

uno en Polonia.

¿Y el otro? ¡Quién sabe!...

Ahora duerme. No debió haberle dicho nada de los hi­jos de su cuñado.

Campesino. Si usted no hubiese ido a la ciudad, para comprar barato, quizá no habría sucedido.

Madre Coraje. Estoy contenta de que se haya dormido.

Campesino. No se ha dormido; tiene que comprenderlo: se ha ido para siempre. Y usted debe ponerse en marcha de una vez. En el camino hay lobos, y, lo que es peor, salteadores.

Madre Coraje. (Levantándose). Sí.

(Saca de la carreta una cobija, para tapar a la muerta).

Campesino. ¿No le queda ya nadie? ¿Nadie con quien podría ir?

Madre Coraje. Sí, me queda uno, el Eilif.

Campesino. A ése tiene que encontrarlo. De ella nos encargamos nosotros, de que tenga un entierro decente. Estése tranquila, no más.

Madre Coraje. (Antes de uncirse a la carreta). Aquí tie­ne dinero para los gastos.

(Cuenta dinero y lo pone en ma­nos del Campesino. Los campesinos le estrechan la mano y madre e hijo se llevan a Catalina).

Campesina. (Yéndose). ¡Dése prisa!

Madre Coraje. ¡Con tal que yo sola pueda con la ca­rreta!... Ya podré: gran cosa no hay dentro. (En el fondo pasa otro regimiento con pífanos y tambores). ¡Ea, voy con vosotros! ¡Llevadme!

(Arranca. Detrás se oye cantar):

Con sus azares, sus peligros,

la guerra un poco larga ya es.

La guerra dura medio siglo,

la gente baja no habrá prez.

¡Carroña zampa, viste harapos!

¡La paga róbale el cuartel!

Mas, quizá surja algún milagro:

la guerra aún está en pie.

Ya es primavera. ¡Sus, cristiano!

Deshiela. En paz están las fosas.

Y quien aún no esté finado

ponga los pies en polvorosa.

Fin de “Madre Coraje y sus hijos”